En alguno de los huecos de las calles de Bogotá reventé la llanta delantera izquierda del carro mientras iba camino a la sesión fotográfica vespertina con Aceituna; eso no me impidió llegar al punto de encuentro y olvidarme del carro para concentrarme en esta perrita tan especial que aún me llena el corazón de ternura cuando la recuerdo. Y es que ver llegar a este enorme Gran Danés de 6 meses en un carro miniatura fue una visión surreal comparable con el asombro que Aceituna experimentaba con cada pequeño detalle: una burbuja, un bichito en la hierba, un perro que se acercaba a saludar. Porque este fue su primer paseo, la primera salida desde su nacimiento. Que lindo asombrarse con la vida corriente.